miércoles, 24 de septiembre de 2008

Álgebra esférica I (o cómo a veces la pelota no es tan redonda como quieren que parezca)


Antes que todo, una aclaración crucial para esta serie de posts que inicio hoy, sobre las modificaciones que creo necesarias en el fútbol mundial. Todas las ideas plasmadas en ella son fruto de mis razonamientos, pero carecen de cualquier practicidad en cuanto nunca, nunca y más nunca serán puestas en práctica por las autoridades competentes, por motivos que explicaré al final. Por lo tanto, tómense todo lo que diga con pinzas, como si fuera el utópico y ucrónico desvarío de un soñador en pleno trip a base de ácidos (?). O como esa vez en que pasaron una tarde entera decidiendo que harían con el primer premio de la lotería, que obviamente nunca ganaron.

Esta vez he apuntado arriba, muy arriba: nada menos que a la FIFA y al máximo evento deportivo del mundo. Estaba harto de ver desigualdades enormes, injusticias gigantescas, dramas catastróficos causados por un sistema profundamente viciado y manipulado por las altas esferas del deporte rey, con fines bajos y oscuros. Así que dije basta, me puse manos a la obra, y luego de casi una semana de cálculos y reflexiones bien ponderadas, creo haber encontrado la manera de devolver credibilidad al Mundial de fútbol. Blatter, toma nota (?) y toma mientras (??).

Me parece que el primer problema nace con la selección de los equipos que participan al campeonato. Muchos critican la ampliación sucesiva de participantes (de 16 a 24 y desde el ’98 a 32), indicando como sustento la alta competitividad de la Eurocopa (que pasó igualmente de 4 a 8, y luego desde el ’96 a 16); me he aburrido de oír eso que el torneo del Viejo Continente más Brasil y Argentina se convertiría en un perfecto Mundial. Yo creo que esta observación no es correcta en el sentido que se le quiere dar (es decir, destilar el número de participantes) pero sí en su concepto: la calidad promedio de los equipos que participan en ese torneo (y ni qué decir si se agregaran los grandes sudamericanos) es superior a la que vemos en el evento FIFA.

Evidentemente, el filtro constituido por las distintas eliminatorias no cumple del todo su función (también he pensado en como corregirlo, como se verá más adelante); pero creo que pasa in primis por una asignación incorrecta de las plazas a disposición. Hay muchos criterios que se podrían aplicar para determinar esa distribución de una forma más o menos lógica: los resultados de los últimos mundiales, los rankings FIFA de las confederaciones, el número de federaciones afiliadas, una misma probabilidad de clasificación para todos los equipos del mundo, el fair play (?), la raíz cuadrada del inverso del PBI per cápita (?), qué se yo. Pero claro, la FIFA no sigue ninguna de ellas, porque todo está digitado desde lo alto, por motivos políticos muy bien definidos.

Un ejemplo. En el próximo Mundial, África tendrá 6 representantes, incluyendo el local (si no mudan la sede a otro lado, como parece posible). África es, para las crónicas, el único continente, junto a Oceanía, que no ha llegado nunca a una semifinal. En toda la historia de los Mundiales, sólo cuenta con dos cuartos de final (Camerún en el ’90 y Senegal en el ’02) y cuatro octavos de final (Marruecos ’86, Nigeria ’94 y ’98, Ghana ’06). Fijémonos bien en el dato: en cada Mundial desde 1986 el continente negro ha logrado hacer pasar la primera fase a un (solo) equipo. Ésta es sin duda una señal de admirable constancia, aunque no es única a nivel de confederaciones “menores”, es decir sin contar a Europa y América del Sur, porque Norte y Centroamérica va al mismo ritmo, o aún mejor: también consigue llevar a segunda ronda a un equipo desde 1986, también ha conseguido dos cuartos de final (México ’86 y USA ’02), pero en dos ocasiones (1994 y 2002) logró hacer que México y USA vayan de la mano a octavos. África, en cambio, nunca ha tenido dos equipos en esa situación.

Y sin embargo, fijémonos en los cupos asignados. Ambos continentes tuvieron 2 cupos en el ’86 y el ’90. Con la excusa del cuarto de final camerunés en Italia, se regaló un lugar más a los africanos en USA ’94, donde, para colmo, toda la CONCACAF (menos los locales) se tuvo que pelear sólo por un cupo y ¼ (?). Con la ampliación a 32 equipos en Francia, África, avalada por haber tenido un (1, ein, one) equipo en octavos de final, recibió dos (!) cupos más, mientras que los hermanos del norte (?), que habían duplicado tal producción, sólo uno. El 2002 se repitió el mismo reparto (África 5, CONCACAF 3), y el nuevo doblete de gringos y charros en octavos (y para más desgracia, se cruzaron en esa instancia) por fin les valió tener medio cupo más para el 2006: 5 contra 3,5. Para el 2010, nuevo regalo para África: a diferencia de lo usual, el tener a un equipo de la confederación no significó perder un espacio en las eliminatorias. Y esto gracias a un Mundial previo impresionante… donde sólo Ghana clasificó a octavos (y fueron despachados ahí mismo 0-3 por un pobre Brasil).

Si juntamos los dos datos, notamos que no sólo África no ha dado el salto de calidad, sino más bien está retrocediendo. Cuando tuvo dos cupos (’86 y ’90) clasificó al 50% de sus equipos a octavos y cuando tuvo 3 (’94), bajó al 33%; recuerdo que en esos 3 mundiales habían 24 equipos, de los cuales 16 pasaban a octavos, es decir el 67%. Con 5 (’98, ’02 y ’06) llegó al 20% en torneos de 32 participantes, en los cuales pasaba el turno el 50%. O sea, nunca llegó siquiera al promedio, y en los últimas 4 copas viaja a la mitad o menos del porcentaje normal. Para comparar, veamos el caso de Sudamérica, que para el próximo mundial tendrá cupo y medio menos que África: 100% el ’86 y ’90, 50% el ’94, 80% el ’98, 40% el ’02, 75% el ’06. Todo muy justo, ¿no?

La verdad es otra y es muy simple. Las elecciones de la FIFA se definen por votos individuales de las federaciones afiliadas, que están ligeramente por encima de las 200 unidades. De ellas, África representa el 26%, al igual que Europa. Asia tiene el 21%, Norte y Centroamérica el 17% y Sudamérica y Oceanía el 5%. La cúpula de la federación internacional, eternizada en el trono (primero con Havelange, ahora con Blatter) cuenta con los votos cautivos de todo el continente americano, merced de los cargos lujosos como vicepresidentes de sendos jerarcas locales: Humberto Grondona, presidente de la federación argentina y dueño de Arsenal de Sarandí (nada menos…), y Jack Warner, boss de la CONCACAF, del fútbol de Trinidad y Tobago y del poderoso Joe Public F.C. (??????). Sumando esos dos feudos, tienen el 22%... es muy poco. Conseguir el apoyo de toda Asia es imposible por las enemistades internas que ahí se dan, y Europa está en su contra desde tiempos inmemorables; Oceanía no pinta, y por eso no tienen ni un cupo entero, los pobrecitos (?). Pero, oh sorpresa, con el 26% africano de su lado sólo les hace falta conseguir 5 votos más por el resto del mundo para conseguir la mayoría… y financiando unos estadios por aquí, unos viajes a dirigentes por allá, un mundial organizado más allá (¿o no, Japón y Corea?), eso no es nada complicado.

No deja de sorprender que el apoyo principal al Imperio venga por parte de dos confederaciones crónicamente maltratadas por FIFA en la asignación de cupos, como en el caso de las americanas, porque por lo menos el saqueo que sufre Europa está bien merecido por oponerse al lado oscuro (?). Pero así funciona el biz… y todo ese dinero donado para el desarrollo del fútbol africano ya no luce de tan buena fe como podía pensarse. Como en toda dictadura, dictablanda (?) y/o democracia corrupta, la mejor manera de eternizarse en el poder es tener de su lado a una mayoría clientelista, chantajeada a través de flujos de dinero, favores políticos y puestos de trabajo inmerecidos, y todo condicionado a votos favorables a la hora que cuenta. Y Blatter & Friends (?) no son exactamente filántropos o paladines de la democracia… saquen sus cuentas.

Ahora ya saben por qué en un Mundial ven equipos poco competitivos… mientras que en Europa grupos con (caso de la vida real) Holanda, República Checa y Rumania sólo clasifican directamente al primero, el segundo va usualmente a un repechaje y el tercero está out. Y de paso, comparemos la competitividad de la eliminatoria sudamericana con los inenarrables play-offs asiáticos, como el último que vimos entre Bahrein y Uzbekistán.

Así no es, pues. En el próximo post, dejaré de lado este ánimo destructivo y pasaré a las propuestas.

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