viernes, 16 de febrero de 2007

La esclavitud de escritorio

Arbeit macht frei, decía el cartel colocado en la puerta del Campo de Concentración de Auschwitz: el trabajo te vuelve libre.

Bollocks. El trabajo te vuelve rico, puede ser. El trabajo te vuelve más experto en lo que haces, ok. El trabajo te sube la autoestima, es posible.

Pero libertad? Realmente?

No lo digo por ser anti nazi. Sino porque lo sufro a diario sobre la piel. Recuerdan mi novela? La que hace una semana estaba terminada, pero había que revisar ortográficamente y estilísticamente?

Bueno, en 7 días no he avanzado ni la mitad. Por culpa de... ya lo habrán adivinado.

El trabajo.

Detesto escupir en el plato del que como, pero me he dado cuenta que el trabajo de escritorio, más allá de quitar tiempo y horas de sueño, también atrofia las neuronas. Llego a casa sin la menor gana de dar un repaso a las páginas que tanto esfuerzo me costó elaborar. Y el tiempo pasa, inexorable: faltan 11 días para la entrega.

Probablemente se acerquen días aciagos en los que tendré que sacrificar mi escaso relax time para cerrar maratónicamente mi opera prima. Pero, digo yo, sin horas extra en el escritorio ni cosas por el estilo, probablemente a estas horas ya habría remitido el fruto del sudor de mi frente.

Ahora entiendo ese cartel: era una cruel ironía.
El trabajo te vuelve libre, es verdad, pero porque trabajar te mata, y al matarte te libera. Es la lógica del esclavo, a la que todos nos sometemos.


No hay comentarios:

Google
 

Y los incautos a la fecha son...